El ahorro, como te puedes imaginar, es una práctica antigua que tuvo sus inicios varios siglos atrás. De hecho, los primeros ahorradores los encontramos en la antigüedad con las civilizaciones egipcias, chinas e incas, quienes guardaban parte de sus cosechas para enfrentarse a los tiempos más difíciles o de mayor necesidad, como lo eran las épocas de sequía, escasez o las malas condiciones climáticas. Como sabían que nada estaba garantizado y había factores que no podían controlar, “sacrificaban” el consumo del presente para garantizar su futuro.
Pero el ahorro, tal y como lo conocemos, surgió en la Edad Media, específicamente del árabe “hurr” que significaba “libre”. Este término evolucionó a “horro” que significaba “dar libertad a los esclavos”. Luego la palabra cambió y tomó el significado de librar a alguien de algo, ya sea trabajo, esfuerzo o gasto, pero no fue hasta 1462 cuando nació la primera Organización del Ahorro llamada Monte di Pietà o, en español, Monte de Piedad, donde los monjes italianos y franciscanos protegían los bienes de sus integrantes a través de un fondo común que contenía joyas, monedas, limosnas y ayudas de La Corona. De allí salió el significado que le damos: guardar o reservar, principalmente, dinero para el futuro. Sin embargo, las definiciones anteriores no estaban alejadas de la actual, y por eso la importancia de conocer su etimología, para entender que, desde su origen, el ahorro siempre se ha relacionado con la libertad.
De manera que, se trata de una práctica que ha estado presente en el desarrollo y evolución de cada una de las civilizaciones, quedando en evidencia la necesidad que tiene el ser humano de guardar, conservar o reservar con el fin de protegerse de circunstancias imprevistas. Hasta el día de hoy, esta necesidad no ha cambiado, sin embargo, sí lo ha hecho nuestra sociedad y las diversas herramientas e instrumentos que nos permiten ahorrar para un mejor futuro.
¿Cuál es el escenario actual?
La realidad actual, a pesar de la amplia oferta de opciones e instrumentos de inversión, es que ahorrar no es nada fácil y más en una sociedad consumista como la que vivimos, donde cada segundo somos bombardeados con exceso de información, miles de emails con promociones, notificaciones con descuentos exclusivos y anuncios que nos siguen a donde miremos.
Antes, adquirir productos o servicios requería de planificación, pero ahora no, ¡estamos en la era de la inmediatez! Basta ingresar a Rappi, Uber Eats o Amazon para comprar en segundos lo que quieres y con cierta facilidad (tarjetas de crédito, cómodas cuotas, etc). Incluso las aplicaciones compiten por ofrecer el menor tiempo de entrega posible, el tan famoso delivery de última milla. Y claro que se trata de algo positivo y es un avance, pero, como todo, lo que no se controla, termina siendo perjudicial.
Ahora, si a eso le sumamos que preferimos el placer inmediato debido a nuestro tendencia hacia el presente (present bias), el panorama se complica un poco más. Está comprobado científicamente que solo con pensar en comprar algo nuestro cerebro genera dopamina, también llamada la hormona del placer, la cual, a su vez, activa la serotonina, la hormona encargada de hacernos sentir felices cuando finalizamos el proceso. En pocas palabras, cuesta sacrificar algo en el presente que sabemos que nos dará disfrute inmediato (una comida, un nuevo gadget de Apple, salir con tu pareja…) por algo que no sabemos cuánto goce nos generará en un futuro lejano (comprar una casa, un plan de retiro, etc).
Abstenernos requiere de mucha fuerza de voluntad y, realmente, no estamos programados para ahorrar, estamos programados para consumir y, lamentablemente, el sentimiento de incertidumbre y todo lo que está pasando en el mundo (covid, recesión, guerra…) impulsa esa tendencia. Un estudio de Fidelity Investments descubrió que el 45 % de las personas de entre 18 y 35 años “no ven el sentido de ahorrar hasta que las cosas vuelvan a la normalidad”. Prefieren disfrutar del ahora, e invertir en experiencias que les den sentido a su vida, en vez de vivir para un futuro incierto. Sí, ¡es todo un tema!
La economía del comportamiento y sus efectos en el ahorro
¡Pero no todo es tan gris como parece! Por suerte, hay mecanismos que pueden incidir positivamente en la capacidad de ahorro de una persona, y es aquí donde entra la “economía del comportamiento” o behavioral economics, ciencia ganadora de dos Premios Nobel de Economía, que analiza el comportamiento humano con la finalidad de ayudarnos a tomar mejores decisiones.
Esta ciencia, que parte del principio de que las personas no son completamente libres, independientes y racionales -entendiéndose racional como aquella persona que toma decisiones de acuerdo al costo y beneficio, y no basándose sesgos o emociones que puedan afectar su toma de decisión-, se encarga de analizar y estudiar nuestros nuestras motivaciones, comportamientos y pensamientos para ayudarnos a tomar mejores decisiones.
Se basa en sesgos del pensamiento humano que influyen directamente en nuestras elecciones diarias, que si bien muchas veces pueden jugar en contra y hacernos actuar de forma indebida, son conceptos y conocimientos que se pueden utilizar para generar valor e impacto en los usuarios al crear herramientas tecnológicas y relevantes que respondan a esos sesgos y los oriente en la correcta toma de decisiones.
A continuación, detallaremos algunos de ellos:
- Present bias (sesgo del presente): la tendencia a conformarse y preferir beneficios inmediatos y tangibles en vez de un beneficio más grande a futuro. Esto explica porque la mayoría de las personas prefieren gastar con el beneficio inmediato en vez de ahorrar (beneficio a futuro). Un ejemplo de esto son los descuentos, al ver un producto en oferta, inmediatamente sentimos que es una oportunidad imperdible y que no podemos dejar pasar porque estaríamos dejando de ganar, incluso si eso significa postergar nuestros planes de ahorro.
- Anchoring (anclaje): describe lo común que es confiar en la primera información obtenida para la toma de decisiones. Esto es muy típico cuando vamos de compra, el primer precio siempre influye en nuestra opinión. Si primero vemos unos zapatos que cuestan US$800, luego nos encontramos otros a US$600, inmediatamente pensamos que la segunda opción es muy económica, construimos nuestro sentido de valor de forma precipitada y sin pensamiento crítico .
- Loss aversion (aversión a la pérdida): el cual explica que el dolor de perder es psicológicamente más fuerte y poderoso que el placer que genera ganar. Esto explica por qué consideramos que es mejor gastar US$100 en comprarnos algo para nosotros que tomar ese mismo dinero e invertirlo en un instrumento de alto riesgo (que es volátil y su precio puede subir, como también bajar).
- Construal theory (teoría de la interpretación): describe la diferencia de percepción que tenemos entre eventos inmediatos y eventos distantes en el tiempo, y explica que cuanto más distante esté un estímulo de la experiencia directa, más abstracto se interpretará dicho estímulo. Es por ello que nos cuesta ahorrar, dado que estamos guardando dinero para el “yo” del futuro, una persona que es completamente diferente del “yo” de ahora.
Implementar soluciones basadas en los sesgos descritos anteriormente no es tan complicado como parece. Existen muchos mecanismos, lo primordial es entender que hay que diseñar entornos que faciliten la toma de decisiones en pos del bienestar a futuro. Dan Ariely, Professor of Psychology and Behavioral Economics en Duke University, autor del famoso libro predeciblemente irracional (y también inversionista de getxerpa), explica que cuando se trata de fomentar el ahorro o la vida sana, no influye la fuerza de voluntad, sino de cómo diseñamos entornos que anticipen a nuestros sesgos y comportamientos irracionales (sabemos que caemos ante los descuentos, preferimos gastar por sobre ahorrar).
Otro gurú del Behavioral Economics, Richard Thaler, ganador del premio Nobel de Economía en 2017, habla de nudge (empujoncito en español), donde comenta que el ser humano es flojo y prefiere siempre el camino fácil, de allí que las opciones que lo favorezcan y contribuyan a su bienestar deben ser cómodas y de menor esfuerzo. Por esta razón, para fomentar e impulsar el ahorro, este debe ser automático. Una estrategia muy útil es el micro-ahorro, el cual se realiza de manera periódica (diaria o semanalmente) a través de pequeños montos definidos previamente, de esta forma no se percibe como una disminución significativa (o pérdida). No es quitarle libertades al usuario, sino tomar el rol de padre que entrega libertades a su hijo dentro de las alternativas que él ya eligió.
En tal sentido, entender el comportamiento y la psicología de las personas le permite a las instituciones financieras adelantarse y ofrecer mejores entornos y experiencias digitales que se aprovechen de estos sesgos para generar bienestar y ayudarlos a decidir mejor. Sin duda, podrían generar cambios significativos al integrar soluciones que guíen a sus clientes a adquirir mejores hábitos financieros a través de metas y premios, que también podríamos llamar “gamificación” (necesarios según Dan Ariely, para motivar e impulsar el ahorro).
Herramientas que impulsan y mejoran el ahorro
Hoy, gracias a la tecnología y al desarrollo de las fintech existen herramientas que otorgan distintas soluciones para hacer más fácil el proceso, tanto para las instituciones financieras como para sus clientes. En getxerpa, estudiando el comportamiento humano junto al Profesor Dan Ariely, diseñamos nuestra herramienta de ahorro automático a través de mecanismos de metas, reglas y experiencias únicas, que hacen sentir a los usuarios como en un juego, buscando cerrar la breach entre “quiero ahorrar” y “estoy ahorrando”.
¿Por qué ahorro automático? porque sin importar qué estés haciendo o qué tan ocupado estés, el ahorro simplemente sucede, sin darte cuenta. ¡Las opciones son infinitas! Imagínate ahorrar cada vez que haces ejercicio, gane tu equipo favorito o compres un producto determinado. Entendimos que el ahorro no tiene por qué ser aburrido. Por eso, ofrecemos ahorro con base en metas, reglas y sugerencias para hacerlo mejor. Usamos la data transaccional de las personas para conocerlas a profundidad y entender en qué etapa de vida están, y luego sugerirles que ahorren para las cosas que son relevantes para ellos. Se trata de identificar el estado de su salud financiera y recomendar acciones para mejorarla. Si quieres conocer con mayor detalle nuestra herramienta, te invitamos a leer nuestro caso de éxito de “Mis Metas” del banco Santander, la primera solución de ahorro automático en México basada en Behavioral Economics.
En definitiva, todo buen hábito requiere que hagamos la elección entre el placer inmediato o el bienestar a largo plazo. Si sabemos que las personas van a ser predeciblemente irracionales y van a cometer el error de elegir siempre la inmediatez, debemos guiarlos y ayudarlos a ahorrar de acuerdo a su estilo de vida, utilizando reglas que transformen las cosas que más les gustan en pequeños ahorros para que así puedan recuperar su libertad.